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Mostrando entradas de febrero, 2011
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Hay mujeres que no son mujeres; son montañas impenetrables, son cuarteles inexpugnables donde su autoridad desborda por las paredes. Soberanas inmortales de los países que existen detrás de la barrera de sus ojos. Mil países. Reinas eternas de templos que desplazan, que contornean, que mueven con cada paso. Templos de nácar, de caoba, de arcilla. Templos con piernas, con brazos y caderas. Templos que son sus cuerpos infinitos. Hay algunos ojos que desbordan torrentes inabordables de luz y de magia. Cuando se les mira hay que protegerse: queda uno ensopado, chapaleando entre la maravilla de la creación. Si Dios existe, debe mirar con esos ojos de las mujeres eternas. Yo he visto algunos y de ellos me he enamorado; y cada uno de esos amores ha sido puñal, daga y veneno. Al final, he muerto y resucitado tantas veces que ya no sé determinar si estoy vivo o estoy muerto. Esos amores son un campo repleto de cruces blancas como la epifanía destellante del silencio; exactamente igual al cement