Temple Grandin en la sociedad de los falsos paradigmas


En teoría Temple Grandin debería ser elogiada y emulada por la sociedad entera, pero en la sociedad americana de siglo pasado, el talento -esa condición extraordinaria que hace algunos especiales y sobresalientes-, en lugar de causar admiración, despertaba en el colectivo miedo o envidia.
Los efectos del miedo son diversos y en términos sociológicos el más común es la discriminación. Pero el miedo es propio de la condición humana y por consiguiente es inútil reprocharlo. Hemos sido condicionados antropológicamente a preservarnos de aquello que desconocemos, como mecanismo de supervivencia de la especie y el instrumento de ese mecanismo es el miedo. Nuestro cuerpo está entrenado para alertarnos del peligro en condiciones que podría juzgarse como riesgosas; y es tanta la perfección de nuestro sistema de defensa que aquella reacción de desagrado ante olores fétidos, no es otra cosas que una evolución milenaria de nuestro sistema olfativo que nos advierte el peligro, asociando olores desagradables con posibles fuentes de contaminación y enfermedad.
Siendo así, no se puede culpar a la sociedad por algo que es una reacción lógica fundamentada en la ignorancia y el desconocimiento de lo que nos rodea, y por el contrario debemos atacar la causa fundamental de aquellas reacciones: precisamente el desconocimiento y la ignorancia.
El drama de la vida de aquella mujer remarcable, más que el de luchar contra su condición genética, es el de una frecuente lucha por ser aceptada, respetada o al menos tolerada en el seno de una sociedad ignorante, llena de prejuicios e inundada por falsos paradigmas. Una sociedad cruel no solo ante autistas con superdotes de inteligencia, sino ante cualquier minoría que pudiese amenazar su estatus quo. Xenofobia, racismo, intolerancia política, discriminación sexual son al menos algunas de las expresiones colectivas del miedo en un país en donde, durante el siglo pasado, gran parte de la población era ignorante y vivía aislada culturalmente.
Afortunadamente la sociedad americana ha evolucionado culturalmente en los últimos cincuenta años al punto de que un hombre de raza negra es ahora presidente de los Estados Unidos. En apenas unas cuantas décadas la sociedad occidental ha pasado de Ku klux Klan y apartheid, a derechos civiles y democracia plena en un proceso que ha costado recursos y vidas; pero que ha llevado a buen termino a un país que, de lo contrario, estuviese gobernado por un Nacional Socialismo.
¿Cuál fue entonces el motor de cambio que transformó a la sociedad? ¿Acaso la buena fe de las personas, la predisposición a la bondad o el temor a Dios? Ninguna de las anteriores lamentablemente. Lo que influyo en la transformación ideológica de aquella sociedad intolerante y prejuiciosa fue la apertura cultural que proveyó la expansión tecnológica de la última mitad del siglo XX.
Medios como la radio, el cine, la prensa y más recientemente la tecnología encabezada principalmente por la Internet y todo el desarrollo de las telecomunicaciones, ha permitido expandir el universo intelectual de aquellos a quienes la ignorancia mantenía inmersos en un oscurantismo neomedieval.
De no haber sido por el desarrollo tecnológico que sirvió como plataforma para el florecimiento de las ciencias, del arte y de la actividad intelectual mundial, no hubiese sido posible la transferencia de las ideas y preceptos en los que se fundamente nuestra sociedad occidental de la actualidad. Sin embargo, el flagelo de la ignorancia aún azota la tranquilidad de la humanidad, representada principalmente por el fundamentalismo religioso del medio oriente y el afán imperialista americano; siendo estas ultimas manifestación violenta del miedo, la primera; y manifestación de la miserable ambición del ser humano, la segunda.
Ahora bien, desde nuestro recodo latinoamericano podríamos señalar que nuestra sociedad venezolana no es una sociedad dominada por el miedo, pero si por otros falsos paradigmas. Aquí el racismo, la intolerancia religiosa o la discriminación genética son casi inexistentes y por tanto Temple Grandin en Venezuela no sería victima de insultos y vejaciones; al contrario, todo mundo se compadecería de ella y otros tantos sentirían lastima. Pero pensemos en lo siguiente: ¿acaso Temple Grandin en Venezuela sería elogiada y emulada? No, definitivamente no, puesto que nuestra sociedad no esta acostumbrada a percibir la inteligencia como una cualidad ennoblecedora. Los paradigmas del venezolano son la viveza criolla, la utilización del mínimo esfuerzo, la astucia y flojera. Por razones evidentes el alter-ego criollo por excelencia es Tío Conejo y Jaimito. Y estos falsos paradigmas inculcados en la conciencia colectiva del venezolano son, al igual que el miedo de los americanos, producto de la ignorancia y el asilamiento cultural.
Ni Temple Grandin ni cualquier otro ciudadano, autista o no, con la misma capacidad o no de Temple, sería aprovechado en nuestro país para explotar su capacidad y su intelecto en pro de plantear las soluciones a los problemas que nos aquejan. En un país donde las tesis reposan polvorientas en los estantes de bibliotecas solitarias, de universidades sin recursos y despreciadas por el gobierno, de qué serviría el talento de Temple si a lo mucho pasaría su vida entre centros de sanación cristiana y grupos de oración, donde las buenas gentes de nuestro pueblo lucharían curarla de sus terribles males.
Aquí, en nuestro país de las maravillas, en la Venezuela a través del espejo de Alicia, Aquel vinculo entre la sociedad civil y la universidad, es decir, entre el pueblo y la ciencia, entre el hombre y el saber, que nació en Norteamérica durante el siglo pasado y por el cual el talento de Temple, y el de muchos otros con su condición, fue utilizado para solucionar los problemas de aquella sociedad emergente y ambiciosa; en Venezuela no existe en absoluto. Tenemos facultades de ciencias forestales y agronomía y no logramos recuperar nuestra producción de café, al menos en lo que al Táchira se refiere. Tenemos facultades de Ingeniería mecánica, electrónica e industrial y ¿cuántos productos patentamos al año?, ¿cuántas industrias emprendemos? Tenemos facultades de ingeniería civil, ingeniería de materiales, ingeniería química y arquitectura y aún nuestro país es de los más atrasados en cuanto a la solución de la problemática habitacional se refiere. ¿Cuántas de nuestras universidades están investigando para producir viviendas de calidad, bajo costo y alto rendimiento? Conocer esa respuesta sería lamentable.
Entonces Temple Grandin es un ejemplo del daño que nuestros falsos paradigmas han causado en nuestro ser nacional. Temple Grandin es además una visualización de lo que el futuro debería ser: un estado que se apoya en las universidades para encontrar la solución a las problemáticas que aquejan nuestras comunidades. Comunidades organizadas que trabajan directamente con los especialistas para plantear proyectos de desarrollo y programas de gobiernos eficaces, eficientes y efectivos.
Pero sobre todas las cosas, Temple Grandin es un ejemplo del cambio social que la motivación humana es capaz de generar. Cualquiera que sea la forma en que se logre estimular al hombre, motivarlo, es imprescindible hacerlo si se quiere que éste emprenda cualquier tipo de acción. En el caso de Temple Grandin se confluyeron la mayoría de los factores requeridos, no solo para lograr un objetivo preciso, sino para crear el ambiente motivador que es lo que finalmente impulsa hacia la “acción en pro del logro”. En primer lugar su condición de trastorno neurobiológico confirió a Temple una capacidad intelectual extraordinaria, muy por encima del resto del colectivo. Pero dicha capacidad por si sola no es determinante en cuanto a la consecución del logro se refiere. De no haber sido por el ambiente académico al que oportunamente Temple tuvo acceso, la consecución de su éxito no habría sido posible, porque el talento sin las herramientas no es capaz de generar resultados. La preparación que Temple recibió en los diferentes escalafones de su formación académica fue un aumento progresivo de las probabilidades de éxito y eso, aunado al valor que ella otorgaba a la recompensa de sus esfuerzos (en su caso el bienestar de los animales que tanto amaba), es la clave para lograr el fortalecimiento de su motivación.
Particularmente para Temple podrían dejarse a un lado otros factores de motivación, tales como la necesidad de afiliación, la capacidad de influir en los demás o la satisfacción del reconocimiento; pero en el caso del ciudadano promedio, la existencia de todos estos factores es la receta para generar un cambio en la conducta mediante el cual puede encaminarse hacia el progreso.
Esto último es de vital importancia en un país donde cada día se habla de la superación de la pobreza. Allí está la mayor enseñanza que Temple Grandin ofrece a quien conoce su historia y es la siguiente: el primer paso para lograr la superación de la pobreza no puede ser otro que lograr la motivación para que los ciudadanos quieran dejar de ser pobres. De lo contrario todos los esfuerzos que los gobiernos, las instituciones y los organismos emprendan serán en vano. Nadie se verá impulsado a emprender acciones para transformar su nivel de vida si se está satisfecho con la vida tal y como la vive. Entonces la clave debe ser crear las condiciones de motivación que lleven al ciudadano a la acción en contra de la pobreza.
Cómo crear estas condiciones debe ser el objetivo de nuestras investigaciones como científicos sociales y a priori el camino no es tan complejo. A continuación se propone un esquema basado en las principales teorías sobre la motivación:
  1. Hacer de la riqueza una meta interesante para el pueblo: en Venezuela existe una corriente de pensamiento que ennoblece y hace apología de la pobreza, inculcando en el pueblo la idea de que ser pobre es bueno y ser rico es malo. Aquello se convierte en un freno subconsciente, aun cuando para el venezolano común resulta más atractivo vivir en la riqueza que en la pobreza. Cualquier ciudadano promedio aunque aspira vivir en una buena casa, tener buenos televisores, vestir de marca y comer bien, considera que los hábitos y comportamientos de las personas ricas, son malos y despreciables. Allí surge la primera contradicción. Teorías políticas, dogmas religiosos y hasta tendencia literarias y artísticas impulsan en el pueblo la concepción de que la riqueza es perversa mientras que la pobreza es noble. Básicamente nos referimos al socialismo, al catolicismo y a la literatura, música y cine latinoamericano; y en ese sentido es necesario que los postulados de estas corrientes cambien si es que se quiere lograr algún cambio social.
  2. Aumentar la probabilidad del éxito por medio de formación cultural del ciudadano: para muchos de aquellos ciudadanos que están motivados a dejar de ser pobres, la mera intención de hacerlo no es suficiente para que empiecen accionar en pro de la superación social. Hace falta mostrar un camino. Nadie puede atravesar una río nadando, por más motivado que esté, si no sabe nadar. Entonces, aunque muchas personas aspiran salir de la pobreza, son pocas las que conocen las herramientas necesarias para hacerlo; y el único camino para obtenerlas es a través de la formación. Es aquí donde debemos separarnos del concepto retrogrado de que la formación está en las academias, en los salones de clase, en las bibliotecas y que los eruditos son los dueños del saber. Hoy día la formación del ciudadano está por doquier y el paso que se debe dar es eliminar el aislamiento cultural de nuestros pobres. La televisión, el cine, la radio, la Internet y para de contar son instrumentos que hay proveerle a nuestro pueblo para iniciar su proceso de apertura cultural.
  3. Establecer mecanismos de reconocimiento para aquellos ciudadanos que logran la superación: las becas, las condecoraciones, los eventos, las medallas, los asensos, los bonos entre otros, son indispensables para alentar al pueblo hacia la acción en contra de la pobreza.
  4. Hacer del éxito una necesidad comunitaria: basados en las necesidades de afiliación del ser humano podemos establecer que el camino hacia la superación de la pobreza sería más simple cuanto más fácil y satisfactorio resulte para el pueblo pertenecer a una comunidad de personas exitosas. Lamentablemente la riqueza aísla y la pobreza une, es decir, en condiciones mas adversas socialmente es más fácil encontrar solidaridad, bondad, generosidad, amabilidad y apoyo; y por eso, para muchos, es más satisfactorio pertenecer a una comunidad amable y amistosa en la pobreza, que a una comunidad llena de egoísmo, frialdad, mezquindad, ruindad y soledad, desde la riqueza. Entonces, el objetivo debe ser el utilizar la sicología social para atacar este falso dogma de comportamiento y lograr entonces aflorar el altruismo del ser humano desde una condición éxito y bienestar.
  5. Hacer del éxito una forma de trampolín social: para aquellos con necesidades de poder, tal como lo establece Mc Clelland[1], es necesario convencer de que ayudar a otros a motivar la acción en contra de la pobreza, es una forma de lograr ascensión moral y social sobre otros; es una mecanismo para elevar el estatus social y para establecer relaciones de influencia donde el poder se usa para el bienestar de la colectividad y no en su contra. Vender la idea de que, mas que compadecer la pobreza, es necesario motivar en el pueblo la acción hacia el éxito, es una exigencia que debe extenderse a cada uno de nuestros jóvenes que poseen inquietudes políticas y que son líderes potenciales.
En fin, historias como la Temple Grandin son motores de motivación en si mismas. Gracias a su vida podemos comprender muchos aspectos que hacen al ser humano crecer o estancarse dentro del proceso evolutivo. Incluir su proyección en programas de formación de los diversos estadios de la educación venezolana resultaría útil y sería una herramienta idónea de transferencia cultural. Entonces, guardemos la esperanza de que nuestras sociedades puedan aprender del ejemplo de estos seres excepcionales y así el futuro será mejor. Los años pasan rápido y el curso del tiempo es inquietante, y si hay que hacer algo, ahora es el momento, y la primera puerta que hay que abrir en el camino hacia el éxito, es la de nuestra mente; desde allí se puede construir un universo entero.
San Cristóbal, 26 de Septiembre de 2011.



[1] David C. Mac Clelland; The Achieving Society (1961)

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